sábado, 15 de octubre de 2011

Hay historias que se escriben en las fachadas, que empiezan en los portales, suben como la espuma por los ascensores, bajan cremalleras, desabrochan botones, abren puertas, corren cortinas, apagan luces, encienden hogueras y se acurrucan, bajo las sábanas de una cama de uno treinta y cinco, en el silencio del tercero C, ajenas a la madrugada. Hay historias que no se cuentan, que se esconden bajo la cama, que se las traga el polvo y las pelusas, que comienzan en cualquier bar cerca del río, que nos explotan en las manos dejando cenizas como sabor de boca, historias que acaban antes de que amanezca, que escapan del escenario del crimen con la víctima aún en estertores, historias que no se escriben, porque de derrotas ya está la ciudad llena.

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