Somos débiles, somos frágiles, somos faciles de destruir, somos vulnerables. Nos dejamos caer, y desaprobechamos una tras una las oportunidades, nos descalificamos voluntariamente del juego y gritamos en silencio. Somos como las malditas hojas de un árbol, y ante una tormenta en vez de amarrarnos más fuerte y sonreirle al viento en plena cara nos vamos volando...
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