sábado, 10 de septiembre de 2011

Y sin embargo, día a día nos matamos a preguntas. Preguntas que la mayor parte de las veces no tienen fácil respuesta. Y así, nuestra felicidad se cae al suelo, y con ella las ganas de vivir. Y entre el “si” y el “no” de los pétalos que vamos arrancando de una margarita, incluimos un “quizás”. Qué nos habrán hecho las margaritas. Quizás ellas sean las culpables de que en nuestras vidas, el amor lleve un “des” delante; de que nos hagan daño los zapatos; o de que llueva el día de nuestro cumpleaños. Pero lo más probable es que no. Normalmente nosotros somos los culpables de las dudas que nos rodean y de los problemas que éstas causan. Hoy, me he dado cuenta de que he estado viviendo a base de intentar solucionar problemas inexistentes y me he propuesto (volver a) ser feliz. Quiero que vuelva a mi vida la felicidad. Que duerma conmigo todas las noches, y que cuando me despierte por la mañana, todavía siga ahí. Ya me resulta aburrido actuar sobre seguro. Echo de menos las locuras que no he pensado más de dos segundos antes de hacer, los “te quiero” expontaneos y las carcajadas que surgían a partir de chistes malos. Si dudas, hazlo. Llévale la contraria a Murphy; si algo puede salir bien, saldrá bien. Y si sale mal, al menos podrás decir que lo has intentado, que no te has quedado con las ganas. No te arrpentirás, porque las mejores decisiones, se toman en el momento.
¿Y sabes qué? Los besos no se piden, se roban

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